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El arte no me salvó. 

Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme. Me enseñó a salvarme.

Soy Adriana

Artista visual, arteterapeuta y mujer en constante transformación.

Cáncer, ascendente Escorpio, luna en Tauro… y sí, lo vivo con intensidad.

Siento profundo.

Siempre ha sido así. Desde niña, el mundo se me reveló con una intensidad difícil de explicar.


Crecí entre paisajes de miedo y silencio, en un país herido por el conflicto.

Pero también crecí entre colores, cuerpos que bailaban, e historias inventadas en papeles rotos.

 

Incluso en el caos buscaba belleza.

El arte fue mi refugio, mi forma de resistir.

He migrado, me he roto, me he reconstruido muchas veces.
Sé lo que es empezar de cero, con el alma cansada y la maleta llena de dudas.

Cada cambio me obligó a mirar hacia adentro.

Y cada vez, el arte fue mi guía:

de la herida al símbolo,

del miedo al lenguaje,

del dolor a la posibilidad.

Hoy vivo en el sur de Italia.

Acompaño procesos creativos y de crecimiento personal desde la escucha, el cuerpo y la imagen.


Trabajo con personas que, como tú, sienten que algo pide espacio:
una emoción, una pregunta, una necesidad de volver a lo esencial.

Lo que hago no busca “mejorarte”, ni cambiarte.

Mi propuesta es otra: volver a ti.

Habitarte con honestidad.
Transformar lo vivido en sabiduría encarnada.

Manifiesto

Creo en el poder de la belleza.

Pero no esa que adorna. La que revela.
La que nace de la grieta, de lo imperfecto, de lo que ha resistido.

Creo que el arte sana.


Que toca donde las palabras no llegan.
Que transforma la herida en lenguaje, y el silencio en forma.

Trabajo el grabado en metal.
Y ahí, en ese gesto de rasgar, de quemar, de marcar una matriz,
descubro una metáfora profunda:
la belleza que puede nacer incluso del daño.


El metal herido, como piel, se convierte en madre:
matriz generadora, útero que da vida a través de la impresión.

Cada edición es un renacer.
Cada marca, una memoria transformada.

En mi obra habitan materiales diversos, técnicas que dialogan, capas que se entrelazan como la vida misma.

Nada es plano.
Nada es puro.
Todo está en movimiento.

Creo que hay que conocer profundamente la técnica para luego romperla con libertad.
Solo cuando dominamos el lenguaje, podemos reinventarlo con coraje.

Crear, para mí, es un acto de resistencia.
Y también, de ternura.
De transformación.

Creo en la posibilidad de renacer.
De integrar lo vivido con honestidad.
De habitar nuestra luz y nuestra sombra sin disfraz.
De mirar el dolor de frente, sin romantizarlo ni huir.
Porque elegir mirar lo que duele es el primer paso para sanar.

Cada historia puede ser semilla o veneno.
Plataforma de elevación o abismo.
Y ahí, en ese umbral, aparece el arte:
como puente, como refugio, como grieta por donde entra la luz.

El arte no me salvó.
Me enseñó a salvarme.


Y hoy elijo ofrecerlo como espacio seguro,
como gesto de amor,
como posibilidad de verdad.

Algunos datos que tal vez quieras saber:

Me formé en arte en la PUCP (Perú) y en arteterapia en Italia.

He sido reconocida con el Premio de la Crítica y el Premio Adolfo Winternitz.

Mis obras forman parte de colecciones públicas y privadas en Perú, Argentina, España, Italia y otros países.

He acompañado procesos en escuelas, hospitales, centros de salud mental y espacios comunitarios.

Acompaño con talleres presenciales y en línea, en español e italiano.

Y si estás aquí, tal vez tu historia y la mía no estén tan lejos.

Gracias por llegar hasta aquí.
Ojalá lo que encuentres en este espacio te acompañe también a ti.

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